Como es sabido por todos, hace un par de semanas el área de Tohoku, en Japón, fue sacudida por un violento terremoto. Una combinación de prevención, educación y estrictas medidas de seguridad en construcción permitieron que muchos edificios resistieran semejante sismo sin causas pérdaidas materiales o humanas. De hecho hasta donde sé, de los 10,000 muertos que ha producido el subsecuente tsunami, solamente 1 pereció a causa del terremoto.
La extraordinaria organización y empuje de los japoneses ha permitido que, por ejemplo, la autopista Gran Kanto haya sido reparada en apenas una semana.
Pero, como también es conocido, el terremoto y tsunami produjeron daños en la estación nuclear de Fukushima, dañando el sistema de refrigeración de los reactores y ocasionando explosiones en la planta que han permitido la fuga de sustancias radioactivas.
Esto ha ocasionado un exorbitante pánico en muchos japoneses, pero principalmente en extranjeros, que luchan por salir del país desesperadamente. Esta reacción ha llegado a triplicar el precio de los pasajes aéreos, y a congestionar el servicio de migraciones japonés. A diferencia de los nipones afectados por el desastre, que han esperado organizadamente su evacuación o asistencia, muchos extranjeros han ocasionado airados escándalos ya que no podían ser atendidos debido a la excesiva demanda de estos servicios.
He recibido comprensibles y afectuosos saludos de amigos y familiares preguntando por mi salud (los cuales agradezco y comento que estoy bien, ya que Kansai está lejos de la zona de desastre) , pero también apocalípticos mensajes, avisando al mundo que se viene un desastre nuclear por la inminente explosión de la planta de Fukushima, lo que causaría “millones” de muertos, muchos más que el desastre de Chernobyl.
Pero ¿existe realmente tal peligro? De ninguna manera. Si bien se ha registrado radiación en algunos alimentos y el agua, ésta se da en mínimas cantidades y no son nocivas para la salud. Como me hacía notar mi buen amigo Giancarlo, probablemente las personas que hayan huído despavoridas hayan sido expuestas a mayor radiación en los controles de rayos X de los aeropuertos que aquellos que se han quedado en la capital, ni qué decir de quienes vivimos un poco más lejos en Japón y por supuesto quienes viven, por ejemplo, en EEUU. Además, no se puede comparar el reactor de Chernobyl con los de Fukushima, que son mucho más pequeños.
Hay muchas más diferencias, como recalca este experto, en Chernobyl las sustancias estuvieron expuestas por 10 días y la población no tuvo ningún tipo de aviso y protección. En Fukushima los reactores están cubiertos y vienen siendo controlados, además que se ha evacuado la población en un radio de 30 km.
¿Afecta este excesivo pánico en la situación actual de Japón? Lamentablemente sí. En principio es un obstáculo para la llegada de rescatistas y entrega de alimentos y medicinas para las personas afectadas por el tsunami. La histeria colectiva ha llevado a los japoneses de la capital a abarrotarse de productos de primera necesidad, especialmente agua, lo cual dificulta el abastecimiento a zonas necesitadas (pero eso sí, es un gran negocio). Incluso en lugares tan alejados como EEUU se han vendido gran cantidad de pastillas de yodo, algo que me hace recordar al trauma de hace un año cuando se dio la gripe porcina. Qué buen negocio para los farmacéuticos.
Por supuesto, no quiero implicar que el problema de los reactores no sea grave ni que los trabajadores que están tratando de repararlo no lo estén arriesgando todo, ni que no sea comprensible el bajo estado de ánimo de los japoneses tras la tragedia (amén de haber sido el único pueblo que ha sufrido los impactos de dos bombas atómicas). El asunto es que mientras el problema en Fukushima está en proceso de ser controlado, y en todo caso, existen problemas mucho más graves entre la gente que lo ha perdido todo, y que incluso ha sobrevivido al tsunami, pero ha muerto de frío, y a los que la prensa alarmista ha puesto en un segundo lugar.