Antes de 1970, Camboya era un país pacífico, independiente, pujante y con un crecimiento económico importante. Su capital Phnom Penh estaba entre las más bellas y desarrolladas del sudeste asiático (presionar aquí para ver un video de la época)
Pero en 1970 la guerra en la vecina Vietnam se extendió sobre sus fronteras. A pesar de haberse declarado neutral, Nixon y Kissinger (paradójicamente Kissinger recibiría el premio Nóbel de la Paz en 1973) acordaron el bombardeo secreto e ilegal de comunidades camboyanas, donde supuestamente se habían escondido miembros del Vietcong. Más de 160,000 personas inocentes murieron, quedando sus comunidades destruidas. Pero además, este bombardeo abusivo (se soltaron explosivos equivalentes a 15 veces la bomba de Hiroshima) que duró 4 años y la posterior invasión norteamericana a Camboya, fustigaron el crecimiento de una guerrilla comunista llamada Khmer Rouge (Camboyano Rojo) liderada por Pol Pot, un ex monje budista educado en París.
En 1970 era una fragmentada colección de pequeños grupos dispersos en áreas rurales. Luego de los bombardeos, y gracias al apoyo del Pekín de Mao Zedong, el Khmer Rouge se convirtió en una fuerza poderosa que reclutó entre otros, familiares de las víctimas, muchos de ellos adolescentes.
El 1975, semanas antes de la caída de Saigon en Vietnam, tropas del Khmer Rouge tomaban Phnom Phen, la capital camboyana, rodeadas por el júbilo inicial de la gente que celebraba el fin de la guerra. Sin embargo la celebración duraría muy poco. A pocas horas de su victoria, los soldados del Khmer Rouge obligaron a la gente a abandonar las ciudades “temporalmente” (con el pretexto de evitar posibles bombardeos), vaciando escuelas y hospitales y asesinando a quien protestara o se negara a cooperar.
Poco después se instalaría la “República Democrática de Kampuchea” un estado totalitario dirigido por Pol Pot que impuso un modelo colectivista agrario y que resultó en uno de los frecasos más estrepitosos y los genocidios más cruentos de la historia.
Luego de vaciar las ciudades y masacrar a los intelectuales fue muy fácil para el Khmer Rouge controlar a la población. Rápidamente abolieron el dinero y todo tipo de propiedad. Se destruyeron escuelas, bibliotecas, hospitales, fábricas, templos, iglesias. Las religiones fueron abolidas y el 90% de monjes budistas desaparecieron. Arrasaron con minorías étnicas, como musulmanes, vietnamitas o chinos, dando cuenta del carácter extremadamente racista del movimiento. Separaron familias enteras y se prohibió cualquier expresión de afecto… sólo trabajo y muerte. El Khmer Rouge acuñó el lema “Mantenerte vivo no es ningún beneficio, destruirte no es ninguna pérdida”.
No satisfecho con conventir a su país en un inmenso campo de trabajos forzados y a sus compatriotas en esclavos, en 1977 Pol Pot decidió atacar Vietnam para invadir una región al sur de este país que según él pertenecía a Camboya.
A la postre el Khmer Rouge sería derrotado por los vietnamitas en 1979, quienes a pesar de sobrevivir 30 años de guerra en su propio país, ocuparon Camboya y liberaron al pueblo de las tropas genocidas de Pol Pot, cuyo “experimento social” dejó casi 2 millones de muertos en 4 años (casi un tercio de la población) y dejó a otros 2 millones más al borde de la muerte por inanición. (Presionar aquí para ver un impactante reportaje de John Pilger)
Sin embargo la invasión vietnamita no sería lo suficientemente fuerte para aplastar al Khmer Rouge, por lo que siguió una guerra civil que duraría hasta 1991.
Comprensiblemente las consecuencias fueron desastrosas para Camboya, dejando no sólo un país en ruinas, una economía destrozada, y un trauma social terrible, sino un territorio cubierto de minas antipersonales.LA GRAN SORPRESA
Con todos estos antecedentes, esperaba encontrar un panorama desolador al visitar Siem Reap. Resultó una gran sorpresa el encontrar una ciudad pujante y en desarrollo, con un boom constructivo impresionante y con mucha inversión extranjera. Muchas agencias de cooperación internacional al igual que gobiernos, como Japón, la Unión Europea (especialmente Francia), EEUU y Canadá vienen ayudando en programas sociales y de salud, de desactivación de minas y también de recuperación del incomparable patrimonio cultural de estas tierras. Es cierto que Siem Reap se beneficia del fabuloso recurso turístico que tiene en las ruinas de Angkor, pero es una ciudad mucho más ordenada que otras ciudades turísticas como Agra (Taj Mahal) o Katmandú. Tiene además un movimiento similar al de Phuket, en Tailandia, pero con un turismo más cultural que permite disfrutar de la riquísima tradición de este país.
Pero tal vez lo que más me impactó fue la calidez y amabilidad de la gente, especialmente la gente joven, siempre servicial, siempre dispuesta a regalar una sonrisa. Incluso la gente mayor, que al evocar el pasado su mirada se pierde en una infinita tristeza, fue siempre servicial y gentil. Es cierto que mucha gente ve en el turista una fuente de ingresos y al igual que en muchos otros sitios nos hemos visto rodeados de vendedores que tratan de ganarse algunos dólares, pero es posible percibir la gentileza de este pueblo, que a pesar de su sufrimiento no ha perdido grandeza humana.
Guapa niña camboyana ofreciéndonos postales.
Vendiendo combustible a lo largo del camino.
Nunca te rindas. Niño afectado por una mina, navegando en el lago Tonle Sap.
Foto por Chee Seong.
Vendiendo combustible a lo largo del camino.
Nunca te rindas. Niño afectado por una mina, navegando en el lago Tonle Sap.
Foto por Chee Seong.
Entusiaste conductor de mototaxi, frente a uno de los hoteles que se vienen construyendo gracias a la inversión local y extranjera, una muestra del desarrollo de Siam Reap.
Ciertamente, apenas unos kilómetros afuera de la ciudad el panorama de pobreza es otro, pero quiero ser optimista y creer que las cosas en este bello país van a continuar mejorando, y que en unos años los camboyanos estarán gozando de una vida más confortable, como la de sus vecinos en el sudeste asiático. Espero que sea así, pues Camboya es definitivamente un sitio que invita a visitar y volver. Un país que, como el ave fénix, está renaciendo de sus cenizas.
Carlos:
ResponderEliminarTe envío mis mejores deseos para estas fiestas junto con la profunda alegría que logré incorporar este 07 al conocer espacios como los Moleskine en Internet. La tecnología a nuestro servicio permiten a los alumnos que me soportan complementar sus conocimientos con tu saber y tu metodología ordenada e instigadora. Y comprender todo el Mundo Oriental, tan poco valorado en esta maravillosa Universidad de Buenos Aires. Felicitaciones y brindo por el mejor 2008 para tus ideas!
Estimado Martín.
ResponderEliminarUna de las experiencias más satisfactorias de mi vida fue alguna vez enseñar historia de la arquitectura allá en Perú.
Si alguna vez vuelvo a hacerlo (y sí, mi blog está cargado de nostalgia), espero prestarme un poco de tu impresionante calidad e imaginación.
Un fuerte abrazo